3. EL HOMBRE COMO SUJETO DEL DESEO.
Dentro de las estructuras éticas y ontológicas del ser del hombre se encuentra
principalmente el deseo, elemento constitutivo que nos hace seres
humanos. Pero éste adquiere diferentes significados según las distintas
perspectivas teóricas desde las cuales se le aborda.
Desde el sentido común, el deseo tiende a ser identificado con el
deseo sexual.
En esta misma línea de interpretación, pero desde un enfoque
científico, la concepción freudiana asocia al deseo con la libido, es
decir, con el impulso sexual reprimido en el individuo, no susceptible de
realización, precisamente por razones sociales, axiológicas y culturales.
Se trata del deseo sexual sublimado.
Sin embargo, en el propio Freud hay una distinción sutil pero decisiva
y fundamental entre líbido y eros: no son equivalentes. Y sólo si
se concibe como Eros, como pulsión de vida, y de ahí como fuerza
de unión y creación, puede ser el deseo verdadero origen o fuente
vital de la valoración y de la creación de valores. Esta concepción del deseo identificado con el eros, es decir, con el
amor entendido como impulso de vida, y a su vez como fuente originaria
de la valoración y de la creación de los valores, aparece muy cercana a una
significación ética del deseo.
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