miércoles, 28 de noviembre de 2018

LA PÉRDIDA DEL SENTIDO ÉTICO DE LA VIDA.

LA PÉRDIDA DEL SENTIDO ÉTICO DE LA VIDA.


Ya hemos dicho con anterioridad que el hombre, a lo largo de la historia, ha estado propenso a humanizarse o deshumanizarse; que potencialmente lleva en sus entrañas el signo de la contradicción y de la ambigüedad. Lo mismo puede realizar acciones para su perfeccionamiento moral como para su empobrecimiento como ser humano. La indiferencia ante los valores de la vida humana, la no valoración con un sentido ético de su existencia y la de los demás, la anulación misma del valor con base en una actitud donde reina la creencia “del todo vale”, misma que pasa por encima de los valores humanizantes (justicia, respeto, dignidad, igualdad, tolerancia, solidaridad, entre otros), todo ello pone de manifiesto la existencia no de la crisis de una moral en particular, sino de una crisis más global y estructural que involucra algo más radical: la erosión de las bases espirituales de la moral constitutiva y, por ende, de la condición humana actual.

La crisis ética del presente es más que una quiebra o un derrumbe de todos los valores, los ideales y las normas morales de la tradición occidental: es el agravamiento extremo y progresivo de la destructividad de la violencia, del odio, del estado de guerra generalizado que penetra en las personas y en las naciones, totalizando la existencia; se manifiesta en ese vacío moral, ese hueco, ese estado de suspenso, de oscuridad y confusión, de indiferencia y descuaüficación, que genera precisamente la ruptura en la continuidad de la vida y la ubicua amenaza de muerte en la que consiste la “crisis”. Ésta es grave, no sólo en su desplazamiento extensivo, sino ante todo por la intensidad con que rasga en lo profundo, en lo fundamental. La crisis contemporánea es crisis de algo más orgánico, más básico e integral: del sentido ético de la vida, el cual no alude sólo a una manera esencial de “sentir” la existencia, sino a una “dirección” u “orientación de la vida humana y a su “razón de ser” fundamental. La crisis del sentido ético es crisis del hombre mismo, de la posibilidad humanizante por excelencia, que es la moralidad.



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