ARISTÓTELES.
Si la ética de Platón pretendía conducir al ser humano hacia un mundo trascendente, la Etica de su discípulo Aristóteles (384-322 a.C.), intencionalmente se mantiene en los ámbitos de este mundo. Según él, todos los seres humanos tienden por naturaleza a ser felices. El fin último, al cual están enderezados todos los demás fines, es la felicidad. La cual sólo se puede lograr en la polis (ciudad-estado griego).
Para este filósofo la felicidad se logra mediante el ejercicio de los hábitos positivos o virtudes. En su obra Etica a Nicómaco, afirma que “La virtud es... un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente”. En tanto hábito, la virtud supone una inclinación permanente hacia el bien; como término medio significa un equilibrio esforzado entre dos extremos viciosos, uno por defecto y otro por exceso. Por ejemplo, la virtud de la valentía, entendida como capacidad para sobreponerse a los peligros, se opone a dos extremos viciosos: la cobardía, o incapacidad de vencer el miedo, y la temeridad, o incapacidad de percibir el peligro que acecha.
Según Aristóteles, a la virtud sólo se llega mediante un continuo esfuerzo moral. Existen muchas maneras de ser vicioso, pero sólo una de ser virtuoso. De ahí la importancia del ejercicio de la virtud, entendida como término medio, misma que supone una ardua tarea alcanzarla.
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