miércoles, 28 de noviembre de 2018

LA ÉTICA COMO SABER NO NEUTRAL.

LA ÉTICA COMO SABER NO NEUTRAL.


La ética no puede ser un saber neutral, es decir, un saber desinteresado frente al mundo, que al mismo tiempo que orienta la vida, no se encuentre comprometido con ciertos valores y fines de la acción humana. 

Ahora bien, esto no significa que como saber, la ética se identifique irreflexiva y acríticamente con el contenido de un código moral específico, esto es, con un conjunto de normas y leyes morales que se trasmiten a las nuevas generaciones, ya sea en forma oral, por las costumbres, o en ocasiones, en forma escrita y sistemática, y que deban ser cumplidas por los miembros de un grupo social determinado para vivir mejor.

La ética no puede ser neutral ante los distintos códigos morales que han existido o habrán de existir. Como señalan Adela Cortina y Emilio Martínez: No es posible semejante “neutralidad” o “asepsia axiológica”, puesto que los métodos y objetivos propios de la Ética la comprometen con ciertos valores y la obligan a denunciar a algunos códigos morales como “incorrectos”, o incluso como “inhumanos”, al tiempo que otros pueden ser reafirmados por ella en la medida en que los encuentre “razonables”, “recomendables” o incluso “excelentes”.

 La ética no puede dejar de ser un saber comprometido con ciertos valores y finalidades de la acción humana, por lo menos, bajo las siguientes tres consideraciones: siempre y cuando no abandone su carácter de empresa reflexiva y crítica ante la deliberación y discriminación entre lo moral y lo no moral; como actividad pensante capaz de salvaguardar el perfeccionamiento moral del género humano, y como tarea comprometida con la difusión, discusión permanentes y la reafirmación de los códigos, valores y fines morales socialmente vigentes.



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TIPOLOGÍA DE LA ÉTICA.

TIPOLOGÍA DE LA ÉTICA.


Si bien es cierto existe un cierto consenso en cuanto a reconocer en la ética una disciplina esencialmente filosófica que se ocupa de elaborar reflexiones más o menos sistematizadas en torno a las normas y comportamientos morales de los individuos dentro de una determinada sociedad, también lo es que históricamente se han venido conformando distintos tipos de éticas, lo que ha dado lugar a diferentes clasificaciones de la misma; entre ellas cabe destacar la: 

Ética descriptiva: Como su nombre lo indica, su objeto de estudio es la descripción de la moral y los valores propios de cada cultura, grupo, clase, lugar, época y/o determinada sociedad. 

Etica normativa-. Pretende prescribir, o cuando menos recomendar valores y normas como preferibles o deseables. 

Ética crítica o meta-ética.: Es el estudio fundamentante de la posibilidad de lograr enunciados de validez plausibles y el esclarecimiento de la lógica de los términos y enunciados valorativos.

 • Ética aplicada-. Fundamenta racionalmente la decisión de seguir tal o cual conducta, por tal motivo plantea su necesaria aplicación a los distintos ámbitos de la vida cotidiana y de la cultura. Sólo así, la ética retoma su sentido vital y se pone al servicio de la vida.


 • Ética como “arte de saber vivir”: Constituye el intento por averiguar racionalmente cómo conseguir la verdadera plenitud humana, es decir, cómo decidir por nosotros mismos de manera racional, libre y responsable, nuestro propio proyecto de vida. 



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LOS SOFISTAS.



LOS SOFISTAS.


Se dice que los sofistas vivieron en el siglo V a.C., y son considerados los primeros pensadores griegos en estudiar las costumbres, los problemas culturales y las leyes morales.
 En sus reflexiones adoptaron una postura antropocentrista, relativista y escéptica, según la cual, el hombre es la medida de todas las cosas o, lo que es lo mismo, todas las cosas son como les parecen a los seres humanos. 

Uno de estos sofistas, Protágoras, quien nació hacia el año 480 a.C. en la ciudad de Abdera, sostuvo que “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las que no son en cuanto no son”. De ésta manera, la verdad y el error, lo justo o lo injusto, la bondad o la maldad, son aspectos relativos y variables, pues para cada persona es bueno lo que ella estima como bueno y malo lo que ella estima como malo.
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LA PÉRDIDA DEL SENTIDO ÉTICO DE LA VIDA.

LA PÉRDIDA DEL SENTIDO ÉTICO DE LA VIDA.


Ya hemos dicho con anterioridad que el hombre, a lo largo de la historia, ha estado propenso a humanizarse o deshumanizarse; que potencialmente lleva en sus entrañas el signo de la contradicción y de la ambigüedad. Lo mismo puede realizar acciones para su perfeccionamiento moral como para su empobrecimiento como ser humano. La indiferencia ante los valores de la vida humana, la no valoración con un sentido ético de su existencia y la de los demás, la anulación misma del valor con base en una actitud donde reina la creencia “del todo vale”, misma que pasa por encima de los valores humanizantes (justicia, respeto, dignidad, igualdad, tolerancia, solidaridad, entre otros), todo ello pone de manifiesto la existencia no de la crisis de una moral en particular, sino de una crisis más global y estructural que involucra algo más radical: la erosión de las bases espirituales de la moral constitutiva y, por ende, de la condición humana actual.

La crisis ética del presente es más que una quiebra o un derrumbe de todos los valores, los ideales y las normas morales de la tradición occidental: es el agravamiento extremo y progresivo de la destructividad de la violencia, del odio, del estado de guerra generalizado que penetra en las personas y en las naciones, totalizando la existencia; se manifiesta en ese vacío moral, ese hueco, ese estado de suspenso, de oscuridad y confusión, de indiferencia y descuaüficación, que genera precisamente la ruptura en la continuidad de la vida y la ubicua amenaza de muerte en la que consiste la “crisis”. Ésta es grave, no sólo en su desplazamiento extensivo, sino ante todo por la intensidad con que rasga en lo profundo, en lo fundamental. La crisis contemporánea es crisis de algo más orgánico, más básico e integral: del sentido ético de la vida, el cual no alude sólo a una manera esencial de “sentir” la existencia, sino a una “dirección” u “orientación de la vida humana y a su “razón de ser” fundamental. La crisis del sentido ético es crisis del hombre mismo, de la posibilidad humanizante por excelencia, que es la moralidad.



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martes, 27 de noviembre de 2018

EL HOMBRE COMO SOPORTE DE LOS VALORES.

EL HOMBRE COMO SOPORTE DE LOS VALORES.

Ha sido una constante en buena parte de la historia del pensamiento ético-filosófico occidental la afirmación de que el hombre es la fuente de los valores. Esto significa que el ser del valor está en la raíz del hombre mismo, ya que, más allá de si éstos son subjetivos u objetivos, lo cierto es que el hombre es la fuente de toda valoración, pues en tanto sujeto axiológico es quien desea, prefiere, capta o intuye el mundo del valor. Asumir esta concepción antropológica y ética del valor no significa negar la objetividad del mismo. Los valores, como hemos visto, son tan subjetivos como objetivos. Sin duda, valoramos porque deseamos, pero deseamos también lo que es valioso, precisamente porque es valioso.
Esta perspectiva, desde la cual el hombre es concebido como la fuente de todo valor, implica admitir que éste posee una naturaleza que lo hace ser constitutivamente un sujeto de valor, soporte de toda valoración. Los rasgos distintivos de esta naturaleza humana, a partir de los cuales se justifica que es el hombre y nadie más que él cpsienpone e inventa los valores, son los siguientes: 

1. La necesidad esencial de valorar. Pueden cambiar todos los valores en las diferentes épocas y sociedades, pero no cambia la valoración misma, es decir, el hecho de que el hombre, en todo momento, es un ser que prefiere, opta y actúa en un determinado sentido moral. “La no indiferencia es definitoria del hombre y de ahí surgen los valores mismos: bueno-malo, bello-feo, justo-injusto, mejor-peor”.

2. La naturaleza humana es naturaleza posible. El hombre no es algo cerrado, cancelado y unívoco de una vez y para siempre, por lo mismo es indeterminado, libre y elegible. Es un ser, donde quiera que se encuentre, con posibilidad de elección. Ya decía Sartre: “Estamos solos sin excusas... el hombre está condenado a ser libre”.

3. El hombre lleva en sus entrañas el signo de la contradicción. El ser mismo del hombre consiste en vivir en la contradicción. Por eso se dice que éste es el ser del valor, en el sentido de que es un ser múltiple, ambivalente, positivo-negativo; vive en carne propia la ontología de la contingencia, es decir, puede optar por los valores positivos o los negativos, el bien o el mal, el amor o el desamor; es como es, pero puede ser de otro modo. 



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TIPOS DE VALORES.

TIPOS DE VALORES.



Para fines de análisis, los valores se pueden clasificar en: humanos, éticos, morales, intelectuales, estéticos, económicos, científicos, entre otros. En lo que sigue, sólo destacaremos los que desde el punto de vista ético resultan ser los más relevantes:


 • Valores humanos: Son los valores que emanan del deseo de ser, de las posibilidades o potencialidades más propias e inherentes a la naturaleza humana. Son los valores del hombre humanizado, toda vez que éstos expresan su esencia, al mismo tiempo que la van transformando y enriqueciendo históricamente con las grandes creaciones de la cultura y la civilización (libertad, paz, igualdad, justicia, amor, racionalidad, dignidad, etcétera). 

Valores éticos: Son los valores del hombre, pero en cuanto persona; su ámbito es el de la interioridad, de la conciencia y la vivencia, de la autenticidad, la intencionalidad, la voluntad y la responsabilidad. Pertenecen a la esfera propia de la individuación, la libertad y la conciencia moral de la persona (honestidad, bondad, verdad, prudencia, justicia, respeto, tolerancia, dignidad y valor de la persona, criterio moral, etcétera).

 • Valores morales: Al igual que los valores éticos, son los valores que competen exclusivamente a la persona, entendida esta última como el único ser consciente y libre, responsable de sus actos. Sólo las personas pueden ser sujetos de los valores morales (justicia, bondad, la persona, el amor, etcétera). 

• Valores intelectuales: Son los valores que dan cuenta de la actitud científica y filosófica del hombre ante el conocimiento. Entre ellos destacan la autonomía del pensamiento y la conciencia crítica, la capacidad de pensamiento lógico, lo verdadero, la creatividad y la inventiva. • Valores estéticos: Son los valores que dan cuenta del sentido del arte, la belleza, lo elegante y el respeto por las diferentes expresiones artísticas.

 • Valores religiosos: Refieren a lo absoluto, la trascendencia, la fe, lo santo, etcétera.

 • Valores cívico-políticos: Sentido de pertenencia a una comunidad, conciencia del otro, solidaridad, fraternidad y servicio, democracia, nacionalismo, amor a la patria, etcétera.

 • Valores físicos: Son los valores de la salud, la capacidad física, la conciencia de sí y la autoafirmación. 

• Valores económicos: Son los valores de uso y de cambio de las mercancías, precios, la bolsa, posesión y propiedad, etcétera. 

• Valores sociales: Son los valores de la solidaridad, sentido de pertenencia, democracia, igualdad, justicia, comunicación, equidad, tolerancia, etc.


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EMMANUEL KANT.

EMMANUEL KANT.



Este eminente filósofo del siglo XVIII rechazaba todas las éticas anteriores, porque eran éticas heterónomas, es decir, porque derivaban las normas y los deberes desde campos ajenos a la propia dimensión moral y racional de las personas. Dichas éticas partían de la existencia de un fin último (como la felicidad, el placer, la perfección, Dios, etc.) y a partir de este fin derivaban los contenidos morales (indicaban qué normas y qué actos eran buenos y qué normas y qué actos eran malos).

 Kant, en cambio, defendió una ética autónoma. Según esta última, nuestros deberes no se nos pueden imponer desde ningún fin real ni ideal, y tampoco es posible derivarlos desde los usos o desde las prácticas cotidianas. De acuerdo con el pensamiento kantiano, los deberes surgen desde nuestra voluntad racional. A este respecto, afirma que, moralmente hablando, nada puede ser bueno ni malo, salvo una buena o una mala voluntad, es decir, que solamente la voluntad puede ser buena o mala. 

Para Kant, una voluntad es buena cuando intenta cumplir el deber por puro respeto al deber. En ello, ni los contenidos ni las consecuencias de nuestras obras cuentan, sólo cuenta la intención (la intención de la voluntad) racional de cumplir con el deber. Obrar por deber es obrar por principios racionales, es decir, universales (válidos para todos los seres humanos) y absolutos (que no varían con las circunstancias); o, lo que es lo mismo: en todos los casos, debemos decidirnos como se decidiría cualquier otra persona racional.


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