LA ÉTICA COMO SABER NO NEUTRAL.
La ética no puede ser un saber neutral, es decir, un saber desinteresado
frente al mundo, que al mismo tiempo que orienta la vida, no se encuentre
comprometido con ciertos valores y fines de la acción humana.
Ahora bien, esto no significa que como saber, la ética se identifique irreflexiva
y acríticamente con el contenido de un código moral específico,
esto es, con un conjunto de normas y leyes morales que se trasmiten a
las nuevas generaciones, ya sea en forma oral, por las costumbres, o en
ocasiones, en forma escrita y sistemática, y que deban ser cumplidas por
los miembros de un grupo social determinado
para vivir mejor.
La ética no puede ser neutral ante los
distintos códigos morales que han existido o
habrán de existir. Como señalan Adela Cortina
y Emilio Martínez:
No es posible semejante “neutralidad” o
“asepsia axiológica”, puesto que los métodos y objetivos propios de
la Ética la comprometen con ciertos valores y la obligan a denunciar
a algunos códigos morales como “incorrectos”, o incluso como
“inhumanos”, al tiempo que otros pueden ser reafirmados por ella
en la medida en que los encuentre “razonables”, “recomendables”
o incluso “excelentes”.
La ética no puede dejar de ser un saber
comprometido con ciertos valores y finalidades de la acción humana, por
lo menos, bajo las siguientes tres consideraciones: siempre y cuando no
abandone su carácter de empresa reflexiva y crítica ante la deliberación
y discriminación entre lo moral y lo no moral; como actividad pensante
capaz de salvaguardar el perfeccionamiento moral del género humano,
y como tarea comprometida con la difusión, discusión permanentes y la
reafirmación de los códigos, valores y fines morales socialmente vigentes.